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  • Alfredo y Camila

Corea del Sur

Nuestro último blog sobre Myanmar nos dejó comentarios interesantes de nuestros queridos lectores. Entre otras cosas, nos sugirieron mencionar las fechas de los viajes puesto que algunos supusieron que en este nuevo mundo en que vivimos, de aislamiento y distanciamiento social, nosotros estábamos ajenos a esa realidad. Incluso hubo quien nos preguntó si era conveniente publicar imágenes de destinos de alto riesgo, refiriéndose a Asia en este caso, pues podría despertar suspicacias. Sin embargo, después de sopesar nuevamente, hemos decidido seguir adelante manteniendo nuestra línea atemporal, pues en efecto nuestra narración no es ab ovo. Desde la cuarentena, y en este momento tan crucial de la existencia, nuestra intención de registrar la experiencia humana en donde sea que la hayamos observado permanece intacta. Que mejor momento que el actual para recordar nuestro recorrido por uno de los cuatro tigres asiáticos: "el gran pueblo de Han"; quizás, de paso, podamos dejar entrever razones por las cuales los surcoreanos han sido tan eficaces para contrarrestar la amenaza viral.

Seúl es, ante todo, una ciudad donde modernidad y tradición conviven en simbiosis. No hay conflicto entre lo que fue, lo que es y lo que será. Por el contrario, lo moderno se nutre y se reinventa a partir de su esencia milenaria. Pero cada sociedad tiene un clamor, y el de ellos consiste en protegerse de una relación disfuncional y peligrosa con su siamés: Corea del Norte, hijos de la sangrienta guerra de 1950. La pandemia parece haber cambiado muchas cosas, entre otras, la agitación global y la manifestación pública. En el mundo prepandémico, Seúl arengaba en contra de Piongyang y agitaba la bandera yanqui. Había policía antidisturbios, mucho ESMAD, pero ningún vándalo... leve diferencia! Hasta daban ganas de gritar alguna consigna a pesar de no entender ninguna. En ese país la amenaza percibida es real, tiene color rojo intenso comunista y es altamente armamentista (basta remontarse a las pruebas balísticas de misiles nucleares del norte que han surcado los cielos del sur). Y no solo eso, cuenta, según se quiera ver, con el aval explícito o la vista gorda complaciente del otro imperio, hoy China, antes la URSS.

Increíble que a ese punto nos haya conducido la polarización. Guardamos la esperanza que, ante el diminuto enemigo común, la sociedad se haga grande y replantee sus ideales y aspiraciones. Caso contrario, y como reza el adagio popular, al que no quiere caldo le darán dos tazas. Si no hay evolución humana estaremos abocados a un peor trato por parte del opresor COVID19, o por los subsecuentes ejércitos virales que se avecinan, como ya está anunciado por la ciencia. Si no somos capaces de superar la estupidez de las posiciones ideológicas ó de respaldar los intereses de pocos, preparémonos entonces para prolongar las cuarentenas ó volverlas mas recurrentes. Que gran desperdicio si una vez superada la emergencia de salud pública regresemos "a la normalidad de las cosas". Habiendo plasmado nuestro testimonio de los extraños tiempos que vivimos, sigamos recorriendo este increíble país que es Corea del Sur.


Para unos extranjeros distantes, como lo éramos nosotros, tal vez los referentes más visibles de lo que observábamos eran Japón y China. La arquitectura, la raza, el arte, la religión, etc. semejaban lo que traíamos como imaginarios del país del sol naciente ó del gran dragón. Pero la ignorancia es manifiesta! Nada más distante, e indelicado por decir lo menos, si nos ubicamos en el contexto de su historia.

Este país de magníficos palacios (Gyeongbokgung, Changdeokgung, Gyeonghuigung, Deoksugung para los curiosos), con sus áreas de influencia: casas de gobierno, templos, jardines, escuelas, hospitales y residencias del común, que representan las diversas dinastías imperiales, fue víctima recurrente de múltiples invasiones y de ocupaciones violentas. Las principales originadas en Mongolia, China y Japón las mas recientes. También fueron frecuentes las interacciones, a veces civilizadas y otras colonialistas, con naciones Europeas. Negar las influencias de estos acontecimientos es imposible, pero caracterizar a su sociedad como calcada de esas otras es poco menos que una afrenta. Si algo caracteriza a Corea del Sur es un sentimiento anti-japonés que aún sigue latente debido a los enormes abusos infligidos y una posición crítica frente a una China favorecedora de los intereses déspotas del régimen de los Kim Jong (padre e hijo). Se entiende de sobra porque hoy este país cuenta con el tercer ejército más grande del mundo y un enorme contingente del ejército americano. Para apreciar la belleza en toda su dimensión convendría investigar con detenimiento los significados de cada detalle, quien fue su artífice conceptual y quien su artesano, cuando se creó, que pasaba en ese entonces, etc... la buena conservación de monumentos y registros históricos nos invita a sumergirnos en una apnea profunda de hechos y acontecimientos cautivantes, pero estos son infinitos. Y es que el tiempo (y la disposición) del turista es otro... optamos por conformarnos con una rápida visión de snorkel que, no obstante, igual nos dejó extasiados.

Como ya lo habíamos manifestado, el legado cultural convive con la modernidad de un país recién desarrollado (clasifica muy arriba en el ranking de la OCDE). Como diríamos en Colombia: da envidia de la buena observar tan buenos indicadores de desempeño en un país que no hace mucho era pobre. Pero no todo es color de rosa. En esta zona del planeta (lejano oriente), y Corea del Sur no es la excepción, buena parte de los logros tienen un sustento autocrático. Si bien muchas empresas son mundialmente conocidas por sus productos destacados, también es cierto que gozan del terrible estigma de empleadores opresivos y de prácticas aún cuestionadas por los estándares internacionales. Y es que tan solo hace cerca de 30 años que este país transitó hacia una verdadera democracia. Podemos equivocarnos en nuestra especulación, pero como espectadores distantes a veces confundimos disciplina ciudadana con sistemas de gobierno cuasi ó totalitarios.


Los barrios de tradición, particularmente Bukchon Hanok Village (una especie de La Candelaria en Seúl), se conservan intactos, están poblados de restaurantes, cafeterías, tiendas y gente. Las personas son amables pero no son hostigantes, guardan una distancia y un silencio respetuosos con el visitante, pero son de fácil sonrisa y generosa interacción si uno lo propone.

La comida es variada, sana y muy sabrosa. Muchos vegetales, especialmente kimchi, miyeokguk: caldos con noodles y algas, diversidad de mandús: empanadas fritas ó hervidas (para nosotros erróneamente gyozas japonesas), BBQs de cerdo con verduras y en general una gran variedad de comida típica, muy bien apreciada en Asia.

Pero la culinaria adquiere otro nivel en los mercados callejeros (que no son solo culinarios), donde los puestos de comida pululan sobre el pavimento.

La diversidad de colores, olores y sabores explota y crece exponencialmente, y el turista se enfrenta a lo desconocido. Debemos precisar que en estos concurridos mercados populares de Seúl siempre sentimos confianza en la higiene y conservación de los alimentos, cosa poco común en otros países o en sus respectivos Chinatowns. Una verdadera experiencia sensorial que bien vale la pena apreciar.





Algunos edificios de gobierno son construidos como una versión actual de su tradición, a imagen y semejanza de los palacios ancestrales. Pero también emergen cuadras de edificios con ínfulas de urbe moderna y rica. Todos conviven al unísono en la Surcorea vibrante y poderosa.

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Capitulo aparte merece el K-Pop y el Gangnam Style. Desde que abordamos Korean Air en San Francisco recibimos la primera oleada de este potente e híper-competitivo movimiento cultural, del cual apenas algunas leves brisas se advierten en Colombia. El K-Pop es la coreanización de la cultura popular americana, es como procrear invitro un ser milenial con genes de Andy Warhol y Moon Sun-Myung. Artificial y sobre todo muy in-your-face, la boyband SuperM brinda las indicaciones de seguridad aérea. En un universo paralelo sería como iniciar un vuelo de Avianca con un video donde Maluma, Greeicy, Yatra y otros cuatro popstars nos explican, con una nota alta y dos acordes como ajustar el cinturón y con un sensual movimiento de baile como usar el salvavidas. Después de varios vuelos, si ya es agotador observar los videos de azafatas dando instrucciones, no podemos expresar lo extravagante y agotador que se vuelve recibir el mensaje en concierto.

Haciendo click en el siguiente link pueden tener un abrebocas de esa experiencia surreal: https://www.youtube.com/watch?v=TjhwhKIu-y0.


Pero el K-Pop no para ahí. Punto aparte merece el Gangnam Style. Hasta antes de vivirlo en persona en nuestro radar solo figuraba una canción simpática que hizo famosa bajo ese mismo nombre un cantante/rapero conocido como PSY y que en 2012 se convirtió en el video más visto en el planeta. El Gangnam Style es en esencia el estilo de vida wanabee coreano, que en Colombia existe igual... personas aparentando riqueza con su look: joyas, ropa, carro, el lugar donde se come o donde se bebe un latte frío descafeinado en leche de almendra y crema batida. Es posible que con este contexto se pueda comprender un tanto mejor la laureada película Parásito, la cual podría perfectamente haberse situado en Rosales. La diferencia con la analogía colombiana es que ese barrio rico del sur de Seúl tiene un nivel de opulencia a otro nivel. Basta imaginar la esquina bogotana noroccidental de la CL 86 con CR 11, donde Maserati es el mojón, multiplicado por cuadras y cuadras de lo mismo, y adornadas con alegorías de cientos de referentes del K-Pop.

Quedan muchas cosas por escribir, pero también es cierto que hay que ir redondeando, sino este blog se vuelve eterno. Cerraremos con dos ideas.


La primera: Corea es un estado laico. Nos llamó la atención que fue el único de cinco países asiáticos que visitamos que no es mayoritariamente budista. De hecho, los cristianos (protestantes y católicos) son la población más grande y con mayor crecimiento. No obstante, el gran atractivo siempre es lo diferente y lo distante, y por tanto en este rubro solo contamos con imágenes de la mística oriental, que dicho sea de paso, no es masiva ni invasiva, por el contrario es apacible y es hospitalaria.


La segunda: esta es una sociedad hiperconectada; el WiFi es omnipresente y la tecnología es uno de los renglones más dinámicos del PIB. Pero, así como en el aeropuerto se puede pedir ayuda y acompañamiento a un robot, interesantemente, además de metros, buses, trenes y demás medios modernos para la movilidad, todavía se puede conseguir la "Directo Caracas" para llegar donde se quiera!



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